Por Daniel Gutiérrez
Nos espera un año complicado. Si bien se puede argumentar que la crisis vino de fuera, nuestras debilidades estructurales provocaron que se volviera más profunda y duradera. Desde hace mucho tiempo que nuestro modelo dejó de funcionar; el TLCAN, al tiempo que eliminó fronteras para comercializar con nuestros vecinos del Norte, nos colocó en una zona de confort caracterizada por una alta dependencia hacia nuestro vecino del Norte concentrada en las principales industrias nacionales que han sido severamente golpeadas por la recesión. Sin duda, la estocada final la propinó el virus de la influenza que evidentemente impactó los flujos provenientes del turismo.
Si bien algunos indicadores señalan que la crisis ya tocó fondo en Estados Unidos, su recuperación no necesariamente implica un panorama optimista para México, pues aún no se cuenta con los ingredientes necesarios para una recuperación duradera. De acuerdo con estimaciones de la OCDE tendremos un crecimiento de cuando mucho 2.7% durante 2010 y tal vez un 3.9% para 2011, lo cual a todas luces no será suficiente para disminuir en forma significativa los niveles alarmantes de desempleo y pobreza, tomando en consideración que durante 2009 sufrimos un choque negativo bien podría superar la cifra de -8.0% del PIB. Las proyecciones pueden variar según quién las haga; lo cierto es que el año que comienza presenta serias dificultades e importantes retos en materia de política, social y económica enmarcados en un panorama de lenta recuperación para nuestro vecino del Norte.
Si a ello le sumamos el creciente número de jóvenes que no encuentran el sitio para el que fueron preparados y que van engrosando las filas del desempleo que asciende a 2.9 millones de acuerdo con el INEGI; los alarmantes niveles de pobreza que padecen más de 37 millones de mexicanos quienes ya no encuentran ni siquiera en la migración una opción viable para salir adelante; y una mayor carga impositiva en momentos en los que la economía deber ser estimulada para generar las condiciones que nos permitan crecer; no hace falta ser un laureado en economía para darse cuenta que el preciado bono demográfico junto con el país se nos están yendo de las manos.
Presenciamos discursos repletos de promesas para llevar a cabo reformas estructurales profundas, cuando en realidad se traducen a medidas confeccionadas a la medida de los compromisos y restricciones políticas que todos los actores enfrentan. Nadie cede, ni un solo paso cuando se trata de ceder sus prerrogativas en aras del bien común. Bajo esta tesitura, debemos prepararnos para que la recesión termine no en 2010 sino posiblemente hasta 2012.
Es cierto que la crisis y las acciones implementadas están fabricando miles de opositores; sin embargo, apostar por un gobierno fallido no es la solución. El Presidente tiene un reto enorme en las manos. Si no quiere pasar como un presidente más, necesitará arriesgar lo que quede de su capital político para hacer los cambios de fondo que otros no se han atrevido a realizar. Por su parte, los legisladores deben asumir la responsabilidad que los electores les otorgamos en julio de 2009 y contribuyan a llevar a cabo las reformas estructurales que requiere el país.
Toda vez que la demanda que generará Estados Unidos se encontrará muy limitada durante los próximos años, no será suficiente para reactivar nuestras exportaciones en forma importante. Por ello, se requiere de una estrategia orientada a aprender a negociar con otras culturas para buscar nuevos mercados y fortalecer así nuestro crecimiento. Necesitamos ideas novedosas y en ocasiones intrépidas para implementar nuevas alternativas al modelo que se agota.
Sobre el Autor

Daniel Gutiérrez R.
Economista del sector privado con amplia experiencia en finanzas públicas sub-soberanas; calificaciones de riesgo crediticio, financiamientos estructurados y de proyectos de infraestructura, así como servicios de asesoría financiera.